jueves, 27 de noviembre de 2014

Tarde de lluvia.

¡Extraño lenguaje el de las tardes grises de lluvia! Ver a través del cristal de mi ventana cómo la gente acelera su paso, hombros encogidos, paraguas en ristre, caminando con paso acelerado, más que de costumbre, el rostro perlado por minúsculas gotas de agua. Algunos mueven, huraños, su cabeza de un lado a otro.

Todo invita a recostar ligeramente la cabeza en el húmedo cristal, jugando a dibujar garabatos sin sentido en la mancha blanquecina que deja el vaho sobre su superficie. Al ritmo hipnótico del golpeteo incesante, cerrar los ojos y dejar que mi mente se pierda en no sé qué rincón del Multiverso, alejado del resto del Mundo. Alejado del Tiempo.

Dejarme atrapar por esa mezcla de hastío, abulia y pereza que me hace incapaz de abrir los párpados, de mover un sólo músculo, incluso de respirar más allá de lo que me permite mantenerme, a duras penas, vivo. Tan sólo el latido de mi corazón resonando en el silencio, como si de un tambor que marcase el ritmo de remada en una galera se tratase.

Arribar a lo más profundo de mi Ser. Desear abandonarme, permanecer allí, flotando en el vacío, Príncipe de una marea de obscuridad absoluta reinante por doquier.

Y soñar. ¡Soñar…!

…Sí… Extraño lenguaje el de las tardes grises de lluvia. Como la de hoy.


jueves, 30 de octubre de 2014

Amores de ‘Todo a Un Euro’ para un corazón en crisis.

El fin del Verano –que nunca acaba–. La llegada del Otoño –que nunca llega–. Melancolía pandémica anual, repetida hasta la saciedad por nuestro subconsciente, año tras año, hasta el punto en que acabamos creyendo en ella, atrapados en sus redes, haciendo nuestra existencia de hoy más lánguida que la de ayer pero menos que la de mañana.

Lo curioso es que, hasta los que se encuentran atrapados en esa gran mentira de nuestro cerebro al que muchos, denodadamente, pretenden llamar ‘amor’ –cuando, en realidad, ‘eso’ lleva aparejadas otras muchas cosas–, caen en ella sin pretenderlo. Y eso que ¡maldita la falta que les hace!, claro. Supongo que será debido al egoísmo inherente al ser humano, que anhela lo que otros poseen sin pensar en que lo propio está muy por encima, aunque lo que envidia no merezca la pena.

En fin… Que no digo yo que sentado junto a la ventana, con la frente ligeramente apoyada en el cristal húmedo y frío por la resaca otoñal, empañado con las vaharadas de tus suspiros, la mirada perdida en el infinito mientras, fuera, las hojas caen, se esté mal. Pero seguro que se está mejor en la cama y bien acompañado… Sí, creo que sí.

De todas formas, siempre existen ‘amores de ocasión’, ‘de temporada’, para un apaño, vamos. Hasta que el mal trago pase. Aunque esto, las más de las veces, no suele acabar demasiado bien.


Los orientales, tan aplicados ellos, tan capaces de vendernos lo que se propongan, las estupideces más supinas que puedan llegar a ocurrírsenos –a ocurrírseles…–, tienen en sus archiconocidísimos establecimientos de todo. Absolutamente de todo. Salvo algo que palie la tristeza estacional que estamos –debiéramos estar– sufriendo. Bueno, sí, existe el alcohol –y las drogas, obviamente–. Y no hay nada mejor que una buena melopea de cualquier engendro etílico que sean capaces de vendernos estos chicos; sus efectos resultan tan espantosamente horripilantes que nos harán olvidarnos de todo y de todos. Salvo de un buen protector estomacal. De eso y de un antiemético, vitaminas, agua, zumos... Y de un buen inodoro capaz de soportar lo que se le viene encima. Y de la madre que los parió a todos, por supuesto.

Pero, sí. Deben ser listos. Lo suficiente como para ser conscientes de que, a pesar de todo,  nunca deberán vendernos amores de ‘Todo a Un Euro’ para un corazón en crisis.



martes, 28 de octubre de 2014

Luces y Sombras.



La Luz, tenue, se abre paso sesgadamente por entre las rendijas de la persiana y continúa firme su camino, colándose a través del filtro de los visillos. Incapaz de causar daño a mis ojos, apenas traspasa mis párpados aún cerrados, aunque logra su objetivo que no es otro que el de devolverme al Mundo de los Vivos, sacarme de mi sueño. Esa luz que las más de las veces hiere mis pupilas hasta el punto en que camino, gafas oscuras, ojos entrecerrados, lágrimas mejilla abajo. La misma, hija de la misma Estrella que me carga las pilas y que, a la vez, me hastía, me agota, no me permite pensar con claridad, con la objetividad suficiente.

Si la Noche transforma, interpreta lo que ven nuestros ojos para confundirnos, para acercarnos más a nuestros más íntimos deseos, anhelos, soledades, vacuidades, hace muchas de una misma cosa, la Luz me causa el efecto contrario. Me torna melancólico hasta el aburrimiento, la apatía, la desidia, la abulia. Hace que todo lo que me rodea me parezca un continuo. Y me torna en uno de muchos. Un árbol más del bosque, ajeno a lo que me rodea.

Corren tiempos oscuros. Nos movemos, habitamos entre sombras, saliendo de casa cuando, aún, es de noche y volviendo a la misma apenas aquélla viene de vuelta. La Luna, a veces, mudo testigo.

Tan solo alguna mañana, un incipiente rayo de Sol hace temblar mi subconsciente, aún vivo entre los vapores de un sueño no siempre reparador, devolviéndome a la cruda realidad. Pero eso solo ocurre dos de cada siete días. Y no siempre el Día y Yo amanecemos despejados como para apercibirnos de que, efectivamente, el Astro ha vuelto a las andadas. Aguardo, paciente. Y salgo a la Luz de la Noche para completar el círculo hasta casi la hartura, el empalago, de rendirme a Su Culto.

Quizá lo justo sería desplazarme sobre el filo de esa espada que separa la Oscuridad de la Luz. Lograr el equilibrio. Pero con una existencia tan efímera, vegetando en un Mundo en el que prima el trabajo sobre la Vida como condición ‘sine qua non’ para la subsistencia, sin olvidar el apetito por vicios y caprichos, inherente a mi condición de sempiterno epicúreo, me resulta tremendamente complejo. Lo real debe ser, entonces, permitirme sucumbir al encanto de lo umbroso, enredarme en su tela, vivir en la fantasía que trae aparejado moverse en lo anochecido, dejar que sus brazos me envuelvan hasta que las mieles de la penumbra, néctar como ningún otro, me adormezcan. Y transcurra, inexorable, el paso del Tiempo.



jueves, 18 de septiembre de 2014

La Última Frontera.

Cruzar la Última Frontera. Ese punto a partir del cual no hay posibilidad de regreso. Ese ‘¡Hasta nunca!’. El último adiós. A lo largo de nuestra vida, cruzamos y/u obligamos a cruzar a alguien, multitud de fronteras, unas más complejas de transitar, otras más simples. Y, casi siempre, hay posibilidad de volver al lugar de procedencia. De ésta, no la hay. Traspasarla significa no regresar jamás. Y es en ese ‘otro lado’, ya que ellos han traspasado la barrera, en el que permanecerán condenados sin paliativo alguno posible. Sin retorno. No hay repatriación posible. No se admiten negociaciones al respecto.

Protervos pseudo-gobernantes, farsantes incapaces de ver allende vuestra ambición sin límite, deshonrosos malnacidos más dedicados a atesorar capital ajeno que a servir al Pueblo del que provienen vuestras fortunas, tecnócratas sin consideraciones ideológicas o políticas, malformados en Humanidades, exentos de todo principio Filosófico, ilusionistas del desencanto, cebados con la amargura de los que sufren el fiasco de vuestra gestión, dispuestos siempre a que vuestra mano izquierda ignore lo que la derecha hace…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!

Malditos meapilas de sotana y padrenuestro, comedores de pan ácimo, reprimidos represores de mentes, babeantes onanistas que os excitáis trocando el mal ajeno en letanías, auto-pretendidos caudillos de almas, vendedores de parcelas en un inexistente Más Allá de esponjosas nubes de algodón y ángeles asexuados…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!

Abominables banqueros, execrables ejemplares de una ralea que vampiriza a los hombres de bien hasta lograr mutar su sangre en ese sucio dinero que hace rebosar los bolsillos de vuestros pestilentes trajes de diseño, fumadores de cigarros confeccionados con la piel de aquéllos a los que debierais servir como felpudo y de los que esnifáis hasta el polvo de sus huesos…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!

Ruines empresarios, nunca suficientemente saciados con el sudor de los que dan su vida para que disfrutéis las vuestras de ‘Star System’, todo a cambio de un salario mísero, apenas para mal sobrevivir, siempre con el descontento y el lloriqueo en vuestros labios, nunca convenientemente repletas vuestras arcas, abanderados del cinturón apretado en el talle de todo aquél que no pertenece a vuestra réproba calaña…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!

Trasnochados nacionalcatolicistas de nuevo cuño, abyectos salvapatrias que sacáis a pasear bajo cadenas y pistolas las penas ajenas pretendiendo convencer a golpe de genuflexión a aquéllos que jamás comulgarán con una hedionda doctrina como la vuestra…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!

Detestables nuevos ricos tecnológicos, preocupados tan sólo por poseer el último modelo de auto, de cadena de sonido, de teléfono móvil, de tablet, más ocupados en descargar la novísima versión de Sistema Operativo de tantísimo aparato seáis capaces de poseer (que no entender) que de poner en orden vuestra mente y la de vuestra descendencia con la lectura, simple, de un libro que os haga pensar…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!


...Cruzar la Última Frontera. Ese punto a partir del cual no hay retorno posible. Ese ‘¡Hasta nunca!’. El último adiós.

¡Cuándo para ellos!


martes, 16 de septiembre de 2014

Una experiencia para nada religiosa.

A veces siento que, como en la cinta de Branagh del 95', desearía estar 'In The Bleak Midwinter'. Por mucha energía que me aporte, por muy necesitado que esté de Él, no puedo evitarlo: el Sol me cansa.

Su maldita luz obliga a mis ojos a entrecerrarse, incluso llevando protección, hasta tal punto que me asemejo más a una especie de cruce entre un oriental híper alérgico fumado y un boxeador al que le hubieran propinado la paliza de su vida, que a esta suerte de celta de ojos azules que soy.

Abrasa mis neuronas (que no mi piel; no cuento entre mis hábitos el de exponerme a esa fábrica de laceraciones que, a la postre, más mal que bien acaban) hasta el punto de no poder pensar con claridad hasta que no desaparece por el horizonte. Y, a veces, ni aun así.

Y ahí vuelve, siempre, el muy ladino, hiriendo cada milímetro de mis pupilas, logrando que cada centímetro de mi ropa arda, haciéndome caminar con la cabeza gacha, día sí, día también. Maldiciendo, ¡cómo no!, su estampa a cada paso...

...Perlando ligeramente mi frente de minúsculas gotas de sudor. Y acelerando mi pulso. Siempre. Sin embargo, no lo culpo de esta última vez. Día tranquilo, noche apacible, madrugada fresca y virgen de sueño. Quizá la energía acumulada de tantos meses de calor fuera la artífice. O mi carácter. O ambos. No lo sé. Nadie puede saberlo. Despierto aún, sólo las 3 y 23 de la madrugada del domingo pasado cuando mi pulso saltó, se disparó. Como correr la maratón de Roma en agosto. Salvo que sin moverme de la cama...

...Dejé transcurrir las horas, amigo de pensar que el Tiempo lo cura todo. Pero no... No en esta ocasión. Al fin y a la postre, nada que no solucione un día en Observación, tranquilizantes, oxígeno, unos pinchazos y algo que desconocía, amiodarona, creo que lo llaman. Morir un par de veces, aún por unos segundos fue divertido y algo angustioso. ¡Bah!, todo queda en una arritmia y una visita al cardiólogo. Nada del otro jueves. 'Arritmia'... ¡A mí, que tengo un sentido del ritmo poco corriente por excepcional...! Y, no, 'no tengo abuela...'

Apodado el 'Astro Rey'. Quizá sea por eso, por lo de 'ir de estrella' y por lo de 'Rey' por lo que no me cae bien. No comulgo con aquéllos que van de lo primero y, mucho menos aún, con los que llevan corona. ¡Ni con los de Oriente, vamos!

Supongo que, cuando vaya al Infierno, lo tendré claro (a menos que el 'mío' sea de hielo; si así fuera, copa ancha de cristal y un pelín de J&B y Pepsi no vendrían naaaada mal...). Si bien, ahora que me doy cuenta, quizá no debiera haber hecho méritos para que me tocase una lotería como ésa. ¡Pero he comprado tantos billetes a lo largo de mi vida...! Porque así lo he deseado. Hágase, entonces, mi voluntad. Al menos, por una vez. Que ya va siendo hora. Por eso sé que ésta que ha sonado no era la mía.


miércoles, 20 de agosto de 2014

Una historia de hoy.

Se decidió. Por fin. Se levantó de su sillón favorito, ése en el que llevaba sentado ni recordaba cuánto. Se dirigió, a paso lento, reflexivo, hacia la cocina. Abrió el cajón en el que se encontraban sus cuchillos, esos con los que cocinaba para ella. Tomando por la empuñadura su favorito, de dispuso a afilarlo, con la mirada perdida. Una vez que acabó, le pasó un paño; su rostro, serio, podía verse reflejado en la hoja, ahora capaz de cortar un cabello en el aire. Guardó el cuchillo en su maletín, ahora vacío de documentos, de responsabilidades.


Salió de la ducha, se colocó uno de sus habituales trajes negros con el que solía ir a trabajar, día tras día, desde hacía mucho. Tenía tiempo, su autobús, el de siempre, tardaría aún unos minutos en pasar. Tomó su maletín y salió a la calle.

Sentado en su asiento, apoyó la cabeza contra el cristal. Fuera, llovía ligeramente. Cerró los ojos durante un rato. Pensó en a cuánta gente había visto desfilar por su oficina, suplicando poco menos que clemencia. Pero no. Él no podía hacer nada; ‘Órdenes son órdenes, sólo soy un mero empleado de banca’, solía decir a modo de excusa, quizá para consigo mismo, para no sentirse culpable. Para no pensar en toda esa ingente cantidad de ciudadanos de a pie, como  él, a los que su empresa, su banco de siempre, había desahuciado, con permiso de la Ley, merced a la maldita crisis.

Todo iba bien. Llegaba a casa y, cuando la veía a ella, se olvidaba de todo. Y el sol salía para ambos.

Hasta que la recesión, las vacas flacas, pasaron por su puerta, deteniéndose y llamando al timbre. Su banco estaba a la quiebra, a la deriva total. Excesos de altos ejecutivos, a los cuáles no iba a afectar para nada este asunto salieron beneficiados mientras que a muchos empleados, como él, les tocó quedarse en la calle. Durante un tiempo pudo ocultárselo hasta que, por fin, no tuvo más remedio que decírselo. ‘¡No te preocupes!’, decía, ‘¡Ya verás como todo se arreglará!’. Pero no fue así. Él ya no tenía edad para encontrar un trabajo, nadie empleaba a gente de su edad, por mucha experiencia que tuviese. La cosa fue a peor. Ella enfermó y, su mal se llevó no sólo su vida sino los escasos ahorros que habían podido permitirse tener. Luego, su banco, ése al que había dedicado todos sus esfuerzos, no sólo se libró gracias a las ayudas del maldito Gobierno sino que, además, le hizo lo que él había estado haciendo, indirectamente, a muchos: perder su hogar…

El autobús se detuvo en su parada. Se bajó serio, circunspecto. Tenía una cita con el Presidente, ¡el Gran Jefe!, ése tipo al que sólo había visto una vez. Entró al edificio. Se identificó ante la amable recepcionista. Se dirigió al ascensor. Subió al piso 42. Allí, una secretaria le dijo que esperara unos momentos. Se sentó y esperó.

Fue llamado. La secretaria le abrió la puerta con una impostada sonrisa. Él se presentó. Dio la mano al Gran Hombre. ‘¡Y bien, amigo mío! ¿Qué puedo hacer por usted?’. Sin mediar palabra, colocó su maletín sobre la mesa de nogal. Lo abrió, sacó su cuchillo, ése con el que tantas veces había cocinado para ella. Y lo hundió en el pecho del Gran Hombre. Tan sólo una vez. Fue suficiente. Ya no haría más daño a nadie. Y poco importaba lo que a él pudiera ocurrirle a partir de ahora.


jueves, 10 de julio de 2014

Invierno.

Me desperté. Madrugada. Sensación de frío recorriendo mi espalda. Aún entre brumas, me cubrí con la sábana (nunca he podido, por mucho calor que tenga, dormir con la espalda descubierta; escudo contra el Mal desconocido, supongo…). ‘Winter is coming’ – pensé –, volviendo a sumergirme plácida y lentamente en brazos del vástago de Nix e Hipnos.

Con el Sol apenas despuntando, como cada mañana, me levanté con la misma sensación de la noche anterior. Horizonte de luz apenas tibia, cielo nublado. Levante soplando suave (como pocas veces), húmedo como siempre. Pero la realidad me hace ver que, para bien o para mal, es Verano. Aunque no lo parezca. No estoy hecho para el calor; me abruma, no me permite pensar con la claridad necesaria (lo cual, en determinadas ocasiones, – quizá – no venga mal…). Por suerte para mí, aún no hemos desembocado en esa vorágine de grados que hace que el termómetro padezca los días…, y sufra las noches casi como estos.

Sé que vendrán ‘esos días’ en los que pisar la calle será – para mí, al menos – casi un suplicio: ‘No salir a menos que sea cuestión de Estado’. Aunque no quede más remedio que ir a trabajar, por supuesto.

Pero llegará el Invierno (suave, como todos por estos lares). Y pondrá las cosas en su sitio. Y volveré a ser yo mismo. Mientras tanto, guardaré un respetuoso silencio en memoria del Gran Señor del Norte que, más tarde o más temprano, volverá. Sin duda. Y yo estaré aquí aguardando, impaciente, su regreso.


jueves, 3 de julio de 2014

Una (triste y ojalá no real) historia de verano.

Una ligera brisa, unida a los primeros destellos de Sol de una incipiente mañana, fresca a pesar de ser de Julio, hizo que comenzara a abrir sus ojos. Se encontró, de repente, en la playa. Protegió sus delicados ojos con sus eternas gafas oscuras. Aún recordaba (casi) todo lo sucedido la noche anterior: la música, las chicas, el alcohol…, el peligro dibujado en el horizonte de una oscuridad que todo lo transforma, que oculta lo que no interesa. ‘Y, al final, para acabar despertándome solo’, -pensó-…

De repente, oyó voces. A lo lejos, unos trabajadores municipales de los que, a primera hora de la mañana, se ocupan de mantener limpia la arena para los bañistas ansiosos de sol y mar, unidos a algún que otro matutino paseante veraniego, se agrupaban, daban voces y gesticulaban compulsivamente. Él, que nunca fue de interesarle este tipo de situaciones, sin saber por qué, se sintió incómodo. Y un pequeño escalofrío recorrió su espalda.

De repente, oyó sirenas y vio cómo se acercaban policías y cómo miembros del ‘061’ salían corriendo de una de sus ambulancias de urgencias.

Sacudió la arena de sus ropas y se dispuso a ver qué demonios ocurría, presagiando lo peor para alguien.


Sintió el color de su cara cambiar, el vello de su piel erizarse, su pulso aumentar la frecuencia de sus latidos, sus sienes perlarse de frías gotas de sudor. Sobre la arena de la playa yacía el cadáver, relativamente joven, de un hombre. Los servicios de urgencias comentaban que ‘ya poco quedaba por hacer. El corazón había dejado de latirle hace algunas horas’.

Lo recordó todo. Respiró profundamente. Se calmó ante lo inevitable, algo que él sabía que ocurriría más tarde o más temprano. Se giró y, evitando la luz del Sol, buscó aquélla otra que le llevara, inevitablemente, lejos de este plano de la realidad, de este Universo al que ya nunca jamás volvería. Al menos no en esta vida.


jueves, 15 de mayo de 2014

Carta abierta al Ministro de Interior.

Sr. Jorge Fernández Díaz, Ministro de Interior:

Grande ha sido el revuelo armado con motivo del asesinato (que lamento profundamente) de la señora Isabel Carrasco, Presidenta de la Diputación y del PP de León. Considerable, sí, pero con un motivo bien claro: Venganza; así, con mayúsculas; pura y dura; sin más (ni menos). Algo que, parece, inherente al ser humano, uno más de los innumerables fallos de diseño que, desgraciadamente, poseemos…

Lo curioso es que, en menos de lo que dura un suspiro y, aprovechando que el Guadalquivir pasa por Sevilla (soy andaluz y, tanto el Pisuerga como el Ebro, habituales en estas comparaciones, me vienen muy a trasmano), salga usted a la palestra a hablar de, y cito textualmente, ‘limpiar las redes sociales de indeseables’, de ‘apología del delito y del odio’, de ‘acabar con los mensajes injuriosos’…

Bien. Muy bien. Me parece fenomenal. Comencemos desde la educación en casa. Continuemos con la formación en colegios, institutos y universidades, algo de lo que andamos ‘a la baja’, más aún desde que los recortes en esta materia campan por sus respetos. Y, si me apura, desde el ejemplo de nuestros políticos (entre los que usted se encuentra), que no es precisamente, el adecuado. Y no nos olvidemos de la Cultura, también con mayúsculas, que brilla por su ausencia.

Naturalmente, en este afán de ‘ponerle puertas al campo’, hay algo que se deja atrás, ignoro con qué intención: ¿sólo las redes sociales merecen este tratamiento? ¿Por qué no hacerlo extensivo a la prensa escrita? Y con las emisoras de radio…, ¿no piensa hacer nada? ¿Y con las televisiones? ¿Por qué no crear brigadas que velen porque en las aceras, mercados y bares de nuestro país ‘no se atente contra el derecho inalienable de no verse abocado al oprobio de la crítica callejera’?

Mire, ya sé que tiene (tienen) desde su marcadísima ideología, la idea de que Internet debe ser controlada (¡cuán cercanos andáis del orwelliano ‘1984’!). Y, modestamente, le aconsejo que se dediquen a otra cosa. LA INFORMACIÓN NO PUEDE NI DEBE SER CONTROLADA. NI LAS OPINIONES. Lo que deben ser es, ciertas las unas y objetivas las otras. Y, ya puestos a controlar (perseguir), ¿por qué no habla nunca de las barbaridades que surgen desde el ‘TDT Party’ y desde los medios afines a la derecha? ¿No merecen ellos ser castigados? ¿Es que los que nos encontramos a lo izquierda y aquéllos que se mueven en terreno neutral no merecemos respeto? ¿Sólo se pude insultar desde la derecha? ¿Sólo es susceptible de ser perseguido y sancionado aquél que comete agravios contra los suyos?

Y ya que usted opina que ‘fuera de la Democracia sólo hay anarquía’, le recuerdo que, precisamente, es la Democracia en sí la que me permite tomar o no partido a la hora de elegir mi ideología. Libremente. Sin presiones.

Sé que a todos nos debiera toca reflexionar con respecto a este asunto y sus consecuencias. Pero, más aún a los que, como usted, lo viven de forma directa, nos representan (aunque algunos no les hayamos votado, ¡qué quiere que le diga!) y, convendría, predicaran con el ejemplo.

Atentamente,
José Miguel Romero Fernández.
Ciudadano. Andaluz. Músico. Nacido en este país que aún (algunos) llamamos España.

miércoles, 7 de mayo de 2014

La Oscuridad y la Luz.

A menudo me preguntó que diablos es lo que me atrae de la oscuridad. Anoche, viendo el episodio 19 de la 8ª temporada ('Pay It Forward') de 'Mentes Criminales', una de sus sentencias lapidarias de inicio me dio la respuesta:

'La oscuridad restaura lo que la luz no puede reparar.'
(Joseph Brodsky).

Ahora lo sé. Y lo entiendo. A todos los niveles.


martes, 22 de abril de 2014

Poderoso Caballero.

Podrás comprarte los instrumentos musicales que desees, pero no el talento que te haga ser buen músico.

Podrás adquirir colecciones completas de los Grandes de la Música, pero eso no hará que la Música esté en ti.

Podrás hacerte con la biblioteca más grande del Mundo, pero no te hará más culto.

Podrás disponer de los mejores profesores, pero no comprar la Inteligencia.

Podrás pujar por hacerte con las más grandes obras del Mundo del Arte, pero no por la Belleza.

Podrás tener a tu disposición los mejores sastres y costureras, las mejores telas, pero eso no hará que puedas comprar la Elegancia.

Podrás tener a tu servicio un millón de maestros de estilo, pero no te hará tener Clase.

Podrás pagar por poseer el jardín más hermoso de la historia, pero no por la Naturaleza.

Podrás conseguir que tu dinero te permita organizar los festejos más impresionantes jamás vistos por el hombre, pero no conseguirás la Felicidad.

Podrás consumir todas las drogas que tu salud te permita, pero no te harán más creativo.

En definitiva, podrás pagar por todo aquello susceptible de ser adquirido con bienes materiales. De hecho, podrás pagar por obtener sexo, pero, ¿haría tu dinero posible comprar el Amor? En realidad, no lo sé. Eso es algo que siempre tuve claro, aunque, cada vez, vistas las cosas que veo, dudo más de ello. Quizá sea lo único que pueda comprar con la absoluta certeza de que no quedaré defraudado. Y, si eso ocurre, siempre podré comprar otro…



miércoles, 9 de abril de 2014

Réquiem por la Humanidad.

Gobernantes mal paridos, eyaculados desde lo más profundo de las cloacas del Averno. Vosotros que no sólo no debisteis haber alcanzado ¡jamás! el Poder sino que no debierais haber sido alumbrados a este Mundo, maldito por gente como vosotros, hijos de la Mentira y la Traición, capaces de desayunaros sapos cada mañana con tal de permanecer en vuestra poltrona sin ver más allá de vuestro propio ego. A vosotros que nada os importan vuestros semejantes a los que engañáis no sólo cada cuatro años sino día a día, cada vez que gozáis de una oportunidad de demostrarlo, ¡YO OS MALDIGO!

Próceres e ilustres banqueros, criados en cunas de oprobio, alimentados a los pechos de la ignominia y la vileza, cerdos acaparadores de las ilusiones de la gente que deposita su confianza (y sus bienes) en vosotros para que, a las primeras de cambio, los estaféis y acabéis abandonándolos en las cunetas del desencanto y la desesperación. A vosotros, hijos del Mal, ¡YO OS MALDIGO!

Empresarios nacidos para vivir de la sangre de aquéllos a los que exprimís hasta el hartazgo con tal de mantener ese status que os permite vivir por encima de lo que os merecéis, hienas que por una mísera moneda sois capaces de arrastraros por el lodo del ultraje y la desvergüenza. A vosotros que explotáis a gente sana, en cuerpo y espíritu, anulando toda posibilidad de Felicidad, ¡YO OS MALDIGO!

Clérigos más hijos del Pecado que de la Redención, de sonrisa beatífica, dedos entrelazados y lengua de doble filo, cuya mano izquierda no sólo conoce a la perfección lo que hace la derecha sino que, además, contribuye a compartir las mismas atrocidades de aquélla. A vosotros que vivís a costa de la miseria de a los que poco menos que obligáis a ofrecer su otra mejilla mientras andáis más preocupados por vuestras posesiones terrenales que por la salvación de aquéllos entre los que predicáis, ¡YO OS MALDIGO!

Pueblo inculto, ineducado, adocenado, aborregado, hundido cada vez más en un mar de vomitivo consumismo, sin otro criterio que el de seguir y servir a los intereses de los que, con una falsa sonrisa de desprecio dibujado en sus rostros, lo manipula a su antojo negándole, a la hora de la verdad, el pan y la sal, el Universo falsamente prometido. A vosotros, ¡YO OS MALDIGO!

Ruego por esta Humanidad deshumanizada. Pido de penitencia guardar una Eternidad de Silencio. Es lo que merecemos.


martes, 25 de marzo de 2014

A través del espejo. Autorretrato en gris.

Hay momentos en los que, no sé exactamente porqué, por muy fuerte que sea (que lo soy), por muy preparado que esté para enfrentarme a todo (que lo estoy), un suspiro, un susurro, una palabra, un guiño, una mirada furtiva, me hacen dudar de todo. O casi…

Lo único cierto, aparte de que, algún día (y no tengo interés alguno en saber cuándo ocurrirá; de hecho, estoy por evitarlo…) me iré de este jodido Mundo con los pies por delante, es que la Vida no se casa con ninguno de nosotros. Y mucho menos, conmigo; ya me casé una vez y, ‘señoría, aquí pongo fin a mi alegato…’. La Vida, maldita entelequia aristotélica donde las haya, no se deja comprar ni por ti ni por mí. No. La Vida no es la puta de nadie. Ella va, pasa por encima de nosotros cuándo y cómo quiere. Y, bueno, mientras lo hace, suceden ciertas cosas que, a veces, me hacen sospechar ‘que algo extraño ocurre’.

¿El Efecto Mariposa? ¿Casualidades? ¿Causalidades? ¿El Destino? ¿El azar? Bueno, realmente es todo lo mismo. Pensar que me maneja desde no sé dónde, no sé quién, con hilos invisibles e intangibles, es algo a lo que me resisto. Sin embargo, a veces tengo la sensación de que juegan conmigo. Cosa que me enoja, puesto que si lo hacen, prefiero tener la oportunidad de defenderme, algo que, obviamente, no sucede nunca. Y ahí me quedo, dubitativo, pensando en porqué diablos me pasan cosas tan casualmente poco usuales…

Y, para colmo, me tiro toda la noche (lo poco que duermo) soñando que me veo delante de un espejo y vestido de color gris (como un cartero de los de antes, vamos, sólo que con más estilo, por supuesto…). Un espejo no miente, simplemente refleja lo que uno es. Nos muestra nuestra esencia y nos dice la verdad sobre nosotros mismos aunque no nos haga ni pizca de gracia… El espejo revela aspectos de nosotros mismos que estamos obviando y a los que no prestamos demasiada atención en el mundo real. El color gris se asocia con independencia, auto-suficiencia, auto-control. Un escudo ante las influencias externas. Es el color de la evasión, relacionado con separarse de todo, huir de compromisos impuestos…

Inevitablemente, esto me da que pensar. ‘Espejo y gris’ me llevan a plantearme que, quizá, esté siendo demasiado autocrítico. Y que, posiblemente, esté alejándome de la realidad y de su influencia. No lo sé. Permaneceré atento. Nunca se sabe. 


lunes, 10 de marzo de 2014

2000 Light Years From Home.

Hay veces en las que desearía encontrarme a dos mil años luz de casa. Andar perdido en algún polvoriento desierto muy, muy lejano. En otro Planeta. En otro Sistema Solar. En otra Galaxia. En otro Universo. Tan lejos, tan lejos que ni el Diablo sería capaz de atreverse a llegar hasta allí, simplemente, con la única intención de, disfrazado de mujer hermosa, tentarme con lo mundano. Y, sí, Él no es tan simple, pero yo tampoco soy como Simón. Y, aunque no soy nada estagirita, hay muy poquitas cosas capaces de, realmente, tentarme…

Allí permanecería durante el tiempo que fuese necesario para expiar mis culpas, olvidar mi pasado, dejar de pensar en mi futuro. Meditar, hibernado, sin envejecer, sin necesidad de música, compañía, agua, comida…, sexo. Comunicándome, tan sólo, con mi interior en un acto, quizá egoísta pero necesario, de introspección definitiva y definitoria.

Y, cuando la luz roja que veo parpadear ante mí desde hace algún tiempo se tornase verde para, inmediatamente, desvanecerse, volvería de nuevo. Y todo sería, definitivamente, diferente. Más claro, más obvio, más Real.

Mientras tanto, hasta no hallar el modo en el que esto sea posible, supongo tendré que conformarme con la cruda existencia diaria, algo a lo que, a veces, no acabo de acostumbrarme.

Y, aunque haya veces en las que desearía encontrarme a dos mil años luz de casa, SIEMPRE desearía estar un solo centímetro de ti.


jueves, 6 de marzo de 2014

El Tiempo, mal consejero.

Cuántas veces he oído decir: 'Tranquilo, Miguel, el tiempo lo cura todo'... ¡JA! No puedo evitar sonreír al pensar en tal insensatez de consejo. El Tiempo, al que ya describí una vez como 'mi más maldito ami-enemigo', no cura nada. ¡JAMÁS! Es tan sólo un jodido impostor, un farsante que, con una sonrisa en su rostro y unos ojos brillantes te da palmaditas en la espalda hasta que, el día menos pensado, te regala un espejo.

Sólo YO mismo soy capaz de curarme. Cuando deseo hacerlo. Y no es cuestión de Tiempo. Por mucho que transcurra. Ni de Distancias. Por grandes que éstas sean...

miércoles, 26 de febrero de 2014

De las cosas pequeñas.

Llevo desde hace mucho tiempo no reparando, las más de las veces, en las cosas pequeñas. Como hacía antes. Me han abrumado tan en demasía las grandes cifras macroeconómicas, he andado tan pendiente de los grandes titulares en la prensa, he estado tan absorto en que todo va a peor, me preocupa tanto el futuro de mis hijos, el, en definitiva, ‘hacia dónde voy’, que no me he dado cuenta de esos aparentemente mínimos que tan feliz podrían haberme hecho y que tan poco en cuenta he tenido.

Y es que tengo la impresión de haber perdido, durante lo que me ha parecido una Eternidad, la capacidad de observación. Me he acostumbrado a caminar tan rápido, tan abstraído por lo que me preocupa, que no es poco, que he ido dejando escapar elementos supuestamente superficiales pero que podrían haber desencadenado quién sabe qué efectos positivos en mi vida.

Pero todo eso está cambiando. Cada vez más, vuelvo a estar atento a todo lo que me rodea. Se trata, simplemente, de tener bien abiertos los ojos; los de la cara y la mente. Respirar despacio y profundo antes de salir a la calle y no dejar escapar nada a la curiosidad, al análisis.

Un ligero cambio en la brisa de la tarde. Un giro inesperado en la dirección del viento. Un destello de Sol en una tarde nublada. Una gota de agua en una hoja. Una mirada. Un guiño. Un gesto. Un mohín. Una sonrisa. Un ‘¡Hola, ¿cómo estás?!’. Pueden cambiar el devenir de los acontecimientos, mi Vida. Sólo debo estar atento, examinar con cuidado la situación. Y tomar la decisión correcta. Antes me era fácil. Volverá a sérmelo.

Recuperar el estar pendiente de las cosas pequeñas. Un nuevo-viejo reto. Un desafío que me gusta. Debe ser que, como ella es pequeña (en su estatura, quizá; grande en el resto…), algo ha debido contagiárseme. Afortunadamente...


miércoles, 19 de febrero de 2014

Solución a lo de ayer...

Y estos son los temas y las bandas, por orden de escritura, claro...


Tomorrow Just Another Day - Madness.
In Between Days - The Cure.
Hurt - Johnny Cash.
With Or Without You - U2.
Who’ll Stop The Rain - Credence Clearwater Revival.
Pretty in Pink - Psychedelic Furs.
Nights In White Satin - The Moody Blues.
When I Dream - The Teardrop Explodes.
Every Breath You Take - The Police.
Wish You Were Here - Pink Floyd.
Love Will Tear Us Apart - Joy Division.

martes, 18 de febrero de 2014

Toma unas tijeras...


Al igual que recomendara Tristán Tzara en 'Siete Manifiestos Dadá, 1924', esto es un ejercicio similar aunque, digamos, 'más bajo control'. Y sin tijeras, que las armas las carga el Diablo...

He tratado de llevar a cabo un ejercicio que, a una idea que surge de un sentimiento, sume trozos de letras de algunas canciones que me gustan. Y que acabe teniendo el sentido que buscaba, por supuesto. El asunto está en averiguar cuáles y de quiénes son. No es difícil pero, para facilitar las cosas, aportaré la traducción al español. ¡A ver qué tal se os da...!


Tomorrow just another day.

Yesterday I got so old, I felt like I could die.
I hurt myself today to see if I still feel. I focus on the pain the only thing that’s real.

My hands are tied, my body bruised. She's got me with nothing to win and nothing left to lose.
Clouds of mystery pouring confusion on the ground.

All of her lovers all talk of her notes and the flowers that they never sent.
Letters I've written, never meaning to send.

Here you come again playing with my feelings. There you go again playing with my heart.
How My Poor Heart Aches With Every Step You Take!
Wish you were here!
Then love, love will tear us apart again.


Mañana será otro día.

Ayer me puse tan viejo, sentí que podría morir.
Me hice daño a mí mismo hoy para averiguar si todavía sentía algo. Me centré en el dolor, la única cosa que es real.

Mis manos están atadas, mi cuerpo magullado. Ella me tiene, sin nada que ganar y nada que perder.
Nubes de misterio sembrando confusión sobre la Tierra.

Todos sus amantes hablan de sus notas y las flores que nunca enviaron.
Las cartas que he escrito parecen no enviarse nunca.

Aquí llegas de nuevo jugando con mis sentimientos. Ahí te vas de nuevo jugando con mi corazón.
¡Cómo duele mi pobre corazón con cada paso que das!
¡Cómo desearía que estuvieras aquí!
Entonces, el amor, el amor nos separará de nuevo.


(Más tarde, la solución...)


lunes, 17 de febrero de 2014

Destino.

Un día cualquiera, sin tipo alguno de pretensión. Nublado. De otoño. Como cualquier otro sábado. Como otro sábado más. Me levanto, voy al baño y saludo con desgana a ese tipo al otro lado del espejo al que, las más de las veces, ni reconozco. Desayuno. Repaso las últimas noticias. Hago cuatro cosas en casa, no más de lo necesario. Afeitado, lavado de cabello, ducha. Me arreglo. Salgo a la calle. Sin más. La misma rutina. Como siempre.

Medito mientras paseo, costumbre peripatética, aristotélicamente mía. Prensa. Las dos de la tarde. Cervezas y comer algo (otro mal hábito, ¡qué le voy a hacer…!), charla intrascendental ‘medio mediante’. Un par de copas. Las seis. A casa.

¡Odio los sábados por la noche…! Mis amigos insisten en eso de que ‘nunca salgo un sábado; ni a ver el fútbol’ y que ‘cómo hoy no salga a ver el partido, que es temprano, aparecerán por casa y echarán mi puerta abajo’… Insistencia feroz. Son muy capaces. Prometo volver y me largo.

Siesta. Tarde para el partido. Aseo despabilante. Volver a vestirme. Salir pitando. Llegar, saludar, pedir una cerveza, dejarla sobre una mesita. Disponerme a sentarme y ver al Madrid.

Aparecer ella, pequeña y hermosa, con su gente. Cruzar nuestras miradas. Sonrisa radiante. Mirada de Sol de Verano al medio día. Saludar con un sincero ‘¡Hola, preciosa!’, dos besos de rigor. Preguntarme ‘¿Tú sin pañuelo al cuello?’. No darme tiempo ni a aclarar que he salido corriendo por ver el maldito partido. Quitarse un pañuelo gris perla de su cuello suave y anudarlo al mío, ‘para que cuides tu garganta’. No soltarlo. Tirar del pañuelo hacia abajo. Decirme al oído ‘¡Hum, que bien hueles! Te comería enterito ahora mismo. Te haría perrerías. Vamos a tu casa…’. Cogerla de la mano. Marcharnos. Juntos. Silencio durante el camino.

Sorpresa. Afirmando la inescrutabilidad del destino. Deseada. Desde la vez primera en que la vi. De futuro improbable. Marcando el comienzo de una época. De otra. ¿Con punto y…?

Nada más que contar. Vidas privadas.

Transcurre el Tiempo. No importa cuánto. Nueva herida en mi corazón. No pasa nada. Nunca el Olvido.

Vuelta a lo mismo.

Un día cualquiera, sin tipo alguno de pretensión. Nublado. De otoño. Como cualquier otro sábado. Como otro sábado más. Me levanto. La echo de menos. Como cualquier día. Como otro día más...


jueves, 13 de febrero de 2014

El Diluvio que viene.

Recordando algo de lo que leí de niño referente al bíblico San Mateo y viendo cómo andamos de temporales, guerras, malos gobernantes, mafias... Creo que voy a comenzar a construirme un Arca. ¡YA! El Diluvio se acerca.

Y lo cierto es que tengo mucha tarea por delante. ¡Hay tan poco tiempo para tanto trabajo! ¡Y tantos animales a los que dejar fuera..!




La Música como...

La Música como medio de una necesidad de expresión.
La Música como vía de escape de una realidad demasiado cruel.
La Música como refugio último, íntimo, personal.
La Música como expresión de talento.
La Música como muro infranqueable a todo lo innecesario en mi vida.
La Música como liberación de mis sentimientos más ocultos.
La Música como amiga mía desde siempre.
La Música como consuelo de mis desagravios.
La Música como mi compañera en todo momento.
La Música como mi pañuelo de lágrimas en días difíciles.
La Música como sinónimo de Fidelidad.
La Música como Amor más allá de la Muerte.
La Música como Diversión.
La Música como Placer intrínseco.
La Música como sustento de mi Cuerpo y de mi Alma.
La Música como presencia ante tu ausencia.
La Música como posibilidad de Ser ante tu imposibilidad de Estar.
La Música como destino primigenio y fin último.