A veces, en la soledad, en el
silencio que acompaña esos instantes de duermevela, poco antes de conciliar el
sueño, sobre ese escenario intermedio entre la vida y la negrura infinita, me
planteo qué es real y qué no lo es. Y en más de una ocasión me produce desvelo
que, con lo poco que suelo dormir, lo que me faltaba…
Cuando observo lo que me
rodea, no me queda otro remedio que entristecerme. Con lo que parecía prometer
la Humanidad (en general) con respecto a lo que todos entendíamos por ‘Futuro’,
y mirad en lo que nos hemos convertido.
Me veo gobernado por corruptos
que ni tan siquiera poseyeron jamás un atisbo de decencia, de compromiso con la
Sociedad que les colocó en ese lugar privilegiado, merced al derecho de un ejercicio
democrático en el que, cada día que pasa, confío menos.
Me siento vigilado, observado
por unas fuerzas del orden público que, en vez de estar preocupadas por preservar
el bien común y mantener el orden, se colocan al servicio de los anteriormente
mencionados, sin cuestionarse porqué.
Acorralado de banqueros que
tan sólo pretenden aprovechar en su propio beneficio el escaso que me queda
después de mi jornada de trabajo.
Amenazado por empresarios de
tres al cuarto, enriquecidos a costa del sudor de los que hacen posible que
vivan como lo hacen, cada uno en su Olimpo particular.
Desprotegido por unos
sindicalistas, politizados, convenidos con la teta empresarial, también dispuestos,
si se tercia, a corruptelas.
Rodeado de mayores que piensan
con tan sumo cuidado a la hora de emitir su voto, ‘no vaya a ser que se
desencadene otra Guerra Civil’, que acaban votando a la derecha (¡sic!).
Sitiado por coetáneos que no
tienen la más mínima idea de lo que está sucediendo, o les importa un bledo, o
emiten su voto a favor de los anteriores.
Apenado por esos jóvenes a los
que la toma de decisiones se limita a qué consola quiero este año. Gentes de
sofá…