jueves, 18 de octubre de 2007

La Felicidad

Para Kerouac y la ‘Beat Generation’, lo importante no era llegar a un destino determinado, sino estar en el camino. Algo parecido leí de mano de Punset (según algunos, atribuido a Dale Carnegie): ‘La Felicidad está en la sala de espera de la Felicidad’ –En su obra ‘El Viaje a la Felicidad: las Nuevas Claves Científicas’, nos cuenta que todos los premios Nobel que ha entrevistado coinciden en declarar que su periodo más feliz fue el que precedió a la concesión del premio, cuando estaban inmersos en la búsqueda de nuevas claves científicas.

Todo eso está muy bien –pensé–: la búsqueda final del ser humano, no radica en la felicidad sino en la búsqueda en si misma. Es más determinante para el ser humano ser un poco más feliz cada día que alcanzar la felicidad plena de una sola vez –cosa que, por otra parte, dudo que exista…, al menos en este plano de la realidad.

¿Puede haber algo más triste que la respuesta que el gran Dylan llegó a dar en una ocasión 'La felicidad no está entre mis prioridades'?
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Es de suponer que todos conocemos el cuento de Tolstoï ‘La Camisa del Hombre Feliz’ en el que, para curar a un zar del norte gravemente enfermo, se organiza la búsqueda de un hombre que fuera feliz para, así, poder vestir su camisa y alcanzar la felicidad… Al final, los emisarios enviados a la búsqueda, vuelven apenados y comunican al hijo del zar que han encontrado a ese hombre…, y que ese hombre no tenía camisa…

¿Debe esto remitirnos al dicho, más o menos popular del ‘no es más feliz el que más tiene sino el que menos desea’…? Cabe recordar que, para Woody Allen, ‘El dinero no da la felicidad, pero produce un estado tan parecido, que haría falta un experto para diferenciarlo’… Y, llegados a este punto, me parece, quizá la manera –irónica, por supuesto– más acertada de reflejar lo que ocurre en la sociedad moderna.

Es cierto que, en el pasado, cuando las perspectivas de vida rondaban los 30 años, tan sólo podíamos alcanzar a formarnos mínimamente, trabajar en lo que podíamos, reproducirnos y acabar en la tumba sin otra perspectiva que la de la resignación –todo ello, obviamente, orquestado por la Iglesia y su ‘vida después de la vida’…–, muy cerca de la postura nihilista de que ‘el hombre sólo sirve para producir excrementos, basura e hijos…’.

Pero en la actualidad, donde tenemos tiempo de sobra para elegir –al menos en los países del primer mundo– y/o planificar nuestro futuro, quizá no nos sirva nada de esto. En España, según las últimas estadísticas, cada vez se casa más gente…, y cada vez se producen más divorcios, concretamente, 3 de cada 4 parejas se divorcia en nuestro País… Pues bien, creo que si nadie tuviera problemas económicos, la estadística aumentaría a 4 de 4. No vamos a entrar en disquisiciones filosóficas del ‘cuanto dura el amor’ ni en lo de la ‘promiscuidad de las nuevas generaciones’, sino en una mera cuestión monetaria: hay parejas que tan sólo se soportan por el ‘cómo vamos a seguir manteniendo nuestro status si nos separamos’…

…Y… ¿puede esto considerarse como una señal de los Nuevos Tiempos…? Sinceramente, creo que de Todos-Los-Tiempos. Si uniéramos la despreocupación total y absoluta por el recibo de nuestra hipoteca, la luz, el agua o el gas al ‘puedo dedicarme a hacer lo que realmente quiero sin temor a no llegar a fin de mes’, todo sería mucho más fácil. Tiempo para hacer lo que quiero –sin olvidar lo que debo ni mis responsabilidades para conmigo y los míos– supone menos preocupación y, a su vez, nos acerca un poco más a ese estado idílico-utópico de la Felicidad absoluta, que es de lo que se trata. De acercarnos un poco más a ser felices. Y no hay ninguna duda de que, como refleja el refrán, ‘El dinero no da la felicidad pero ayuda’. Y un poco de ayuda nunca viene mal, ¿no es cierto?