A menudo
nos preguntamos porqué se nos edulcoran las malas historias. Desde niños,
estamos sometidos a filtros por parte de nuestros mayores para que ‘no suframos
más de lo debido’, de tal suerte que, a larga, lo único que logran no es sino
hacernos más débiles frente a la adversidad, algo que, como la muerte, es
inevitable. Más tarde o más temprano acabamos encontrándonos con situaciones
que, por lo duras, nos vienen grandes y para las que no estábamos preparados. Está
bien contarles a nuestros pequeños bonitos relatos acerca de príncipes
valientes y de sus hermosas y abnegadas damas, pero no estaría nada mal que, de
cuando en vez, introdujéramos algún ingrediente que les vaya haciendo ver que, en
algún momento de nuestra vida, el destino nos golpeará, ¡por qué no!, con toda
la crudeza de la que sólo él es capaz. Y debemos estar preparados para ello.
Demos,
así, un pequeño repaso a algunos de nuestros cuentos infantiles. Bueno, más bien
de cómo NO nos los contaron…
No. ‘La Bella
Durmiente’ no tiene un final feliz. Y, sí, el Príncipe, alentado por
los enanitos, besa a la princesa y ésta despierta. Pero el asunto no acaba en
feliz boda. Una vez que la princesa es despertada es cuando, realmente, empieza
todo… El Príncipe al ver dormida a Talía (o Rosa en otras versiones), no la
despierta con un beso: la viola y, acto seguido, la abandona a su suerte. Nueve
meses después, la durmiente Talía da a luz a Sol y Luna, hijos ilegítimos que
acaban viéndose amenazados por el canibalismo. Uno de ellos chupa el dedo de su
madre y logra sacar la astilla que la mantenía dormida…
…Talía y
el Príncipe vuelven a encontrarse y ‘reinician’ su idilio. Pero éste vuelve a
abandonarla y regresa con su esposa, la cuál, enterada entera de la existencia
de los hijos ilegítimos de su esposo, los toma como prisioneros entregándolos a
su cocinero con orden de ser degollados y preparar con ellos un guiso. Al
término de la cena, la mujer grita al Príncipe: ‘¡Te estás comiendo lo que es tuyo!’
Sin
embargo, el cocinero no mata a los chicos, sino que los abandona en el bosque.
Enterada de ello y enfurecida, la esposa ordena aprehender a Talía para ser arrojada
a un pozo lleno de animales venenosos, aunque es ella la que cae en su trampa y
muere.
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En cuanto
a ‘La Cenicienta’
nada de hada madrina. Son unas palomas que viven en un árbol que creció sobre
la tumba de su madre las que ayudan a la desdichada joven. Cuando el Príncipe aparece
con el zapatito de cristal, la madrastra obliga a una de sus hijas a cortarse
un dedo para que le quepa. El Príncipe, además de ver cómo sangra el pié, es
advertido del engaño por las palomas. Su otra hija es obligada a cortarse el
talón, aunque tampoco consigue engañar al Príncipe. Finalmente, en la boda de
Cenicienta, las palomas les sacan los ojos a cada una de las hermanastras, uno
a la entrada y otro a la salida de la iglesia, con lo que quedan ciegas.
Existe otra
versión en la que Cenicienta planea la muerte de su madrastra, a la que acaba aniquilando
rompiéndole el cuello.
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¿’Blancanieves’?
Bueno, escapa de ese feo asunto de la manzana envenenada y marcha rauda a casarse
con el Príncipe. La madrastra invitada a la fiesta, como siempre, pregunta al
espejo mágico que quién es la más bella. Éste, obviamente, responde que
Blancanieves. Incrédula, ya que piensa que está muerta, acude a la fiesta y al
ver que la joven no lo está, se queda petrificada; entonces, ayudándose de
tenazas, traen unos zapatos de hierro que habían sido puestos al fuego y se los
calzan. El dolor hace que baile hasta caer muerta.
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En la auténtica
versión de ‘Caperucita
Roja’, el lobo aún no ha terminado de digerir a la abuela cuando se
abalanza sobre Caperucita, a la que descuartiza. Ilustradores de la época se negaron
a participar con su arte en tan tremebunda historia, alegando que dos muertes
violentas en un mismo relato era demasiado para los niños así que, para hacer
la cosa más aceptable, uno de ellos tuvo la idea de introducir la figura de un
cazador que, en el último instante, mata al lobo, salvando así, al menos, a la
pequeña Caperucita.
Existe,
incluso, una versión más truculenta en la que al lobo embotella la sangre de la
abuela e invita a Caperucita a beber de ellas.
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‘Ricitos De Oro’ (sí, y
los tres osos…), narra originalmente la historia de una vieja de unos setenta
años, iracunda, hambrienta y sin hogar, que irrumpe en la confortable morada de
los osos en busca de comida y alojamiento.
Este
personaje evoluciona con el tiempo, yendo de una arpía de mal carácter y
cabellos hirsutos a, finalmente, una muchacha radiante y rubia como el oro, pasando
por una bella mujer de cabellos plateados, y fue obra de varios escritores.
En otras
versiones, los indignados osos al ver asaltada su casa recurren a varias
tácticas crueles para librarse de la arpía: intentan quemarla, ahogarla e,
incluso, llegan a empalarla en la aguja del campanario de la Iglesia de San
Pablo.
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En ‘Rapunzel’
se suprimió cualquier escena de índole, digamos, sexual, pues en su primera
versión la bruja que la mantiene prisionera reclama el que su ropa haya
encogido tras las ‘visitas’ del Príncipe dejando, así, entrever, que se había
quedado embarazada. La propia Rapunzel acaba diciendo, más tarde, que ‘era más
fácil levantar al príncipe que a la
bruja...'
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‘Pinocchio’ no es
el auténtico protagonista de la obra de Collodi: la Muerte sí que lo es. Tanto es
así que la obra puede leerse como una serie de muertes y renacimientos
continuos. Cada vez que la muerte es convocada, casi inmediatamente, Pinocho
crece un poco.
En su
versión original mata a Pepito Grillo, al igual que nosotros seríamos capaces
de acallar la voz de nuestra conciencia.
El hada
azul no aparece por ningún lado.
En uno
de los capítulos, tras ser perseguido, llega a una cabaña blanca en medio del
bosque y, al tocar la puerta, una chica sin rostro le habla desde la ventana, diciéndole
que no hay nadie en casa pues todos están muertos; Pinocho pide que le abra, a
lo que ella responde: ‘No puedo. Yo también estoy muerta. Estoy esperando el
ataúd que vendrá a por mí’.
Al
final, Pinocho es ahorcado por sus múltiples delitos.
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Crueles
sí, pero reales. Así estaban pensados. Y aún podríamos seguir con más ejemplos.
Más que cuentos infantiles eran historias para los no tan niños. Igual, si hubiéramos
estado preparados para tanta mentira, nuestros (mis NO votados) gobernantes no
harían hoy de nuestra piel un sayo…