¿Es realmente necesario que
comamos si no nos sentimos hambrientos?
¿Es preciso que bebamos si la sed
no seca nuestras gargantas?
¿Para qué administrarnos
medicamentos si no padecemos mal alguno?
¿Es serio que curemos nuestras
heridas antes de sufrirlas?
¿Descansamos aunque la fatiga
no ha hecho aún mella en nosotros?
¿Permitimos que el llanto
aflore a nuestro rostro sin motivo?
¿De qué sentirnos aterrados si
el miedo no atenaza nuestro espíritu?
¿Por qué recelamos de lo
desconocido antes de saber qué nos aguarda al otro lado?
Quizá debiéramos sonreír. Aun
cuando no nos sintamos alegres. Nos ayudaría a acercar más el bienestar a nuestras
almas, aunque tan sólo se trate de una mera ilusión.