jueves, 18 de septiembre de 2014

La Última Frontera.

Cruzar la Última Frontera. Ese punto a partir del cual no hay posibilidad de regreso. Ese ‘¡Hasta nunca!’. El último adiós. A lo largo de nuestra vida, cruzamos y/u obligamos a cruzar a alguien, multitud de fronteras, unas más complejas de transitar, otras más simples. Y, casi siempre, hay posibilidad de volver al lugar de procedencia. De ésta, no la hay. Traspasarla significa no regresar jamás. Y es en ese ‘otro lado’, ya que ellos han traspasado la barrera, en el que permanecerán condenados sin paliativo alguno posible. Sin retorno. No hay repatriación posible. No se admiten negociaciones al respecto.

Protervos pseudo-gobernantes, farsantes incapaces de ver allende vuestra ambición sin límite, deshonrosos malnacidos más dedicados a atesorar capital ajeno que a servir al Pueblo del que provienen vuestras fortunas, tecnócratas sin consideraciones ideológicas o políticas, malformados en Humanidades, exentos de todo principio Filosófico, ilusionistas del desencanto, cebados con la amargura de los que sufren el fiasco de vuestra gestión, dispuestos siempre a que vuestra mano izquierda ignore lo que la derecha hace…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!

Malditos meapilas de sotana y padrenuestro, comedores de pan ácimo, reprimidos represores de mentes, babeantes onanistas que os excitáis trocando el mal ajeno en letanías, auto-pretendidos caudillos de almas, vendedores de parcelas en un inexistente Más Allá de esponjosas nubes de algodón y ángeles asexuados…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!

Abominables banqueros, execrables ejemplares de una ralea que vampiriza a los hombres de bien hasta lograr mutar su sangre en ese sucio dinero que hace rebosar los bolsillos de vuestros pestilentes trajes de diseño, fumadores de cigarros confeccionados con la piel de aquéllos a los que debierais servir como felpudo y de los que esnifáis hasta el polvo de sus huesos…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!

Ruines empresarios, nunca suficientemente saciados con el sudor de los que dan su vida para que disfrutéis las vuestras de ‘Star System’, todo a cambio de un salario mísero, apenas para mal sobrevivir, siempre con el descontento y el lloriqueo en vuestros labios, nunca convenientemente repletas vuestras arcas, abanderados del cinturón apretado en el talle de todo aquél que no pertenece a vuestra réproba calaña…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!

Trasnochados nacionalcatolicistas de nuevo cuño, abyectos salvapatrias que sacáis a pasear bajo cadenas y pistolas las penas ajenas pretendiendo convencer a golpe de genuflexión a aquéllos que jamás comulgarán con una hedionda doctrina como la vuestra…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!

Detestables nuevos ricos tecnológicos, preocupados tan sólo por poseer el último modelo de auto, de cadena de sonido, de teléfono móvil, de tablet, más ocupados en descargar la novísima versión de Sistema Operativo de tantísimo aparato seáis capaces de poseer (que no entender) que de poner en orden vuestra mente y la de vuestra descendencia con la lectura, simple, de un libro que os haga pensar…

¡Habéis cruzado la Última Frontera!


...Cruzar la Última Frontera. Ese punto a partir del cual no hay retorno posible. Ese ‘¡Hasta nunca!’. El último adiós.

¡Cuándo para ellos!


martes, 16 de septiembre de 2014

Una experiencia para nada religiosa.

A veces siento que, como en la cinta de Branagh del 95', desearía estar 'In The Bleak Midwinter'. Por mucha energía que me aporte, por muy necesitado que esté de Él, no puedo evitarlo: el Sol me cansa.

Su maldita luz obliga a mis ojos a entrecerrarse, incluso llevando protección, hasta tal punto que me asemejo más a una especie de cruce entre un oriental híper alérgico fumado y un boxeador al que le hubieran propinado la paliza de su vida, que a esta suerte de celta de ojos azules que soy.

Abrasa mis neuronas (que no mi piel; no cuento entre mis hábitos el de exponerme a esa fábrica de laceraciones que, a la postre, más mal que bien acaban) hasta el punto de no poder pensar con claridad hasta que no desaparece por el horizonte. Y, a veces, ni aun así.

Y ahí vuelve, siempre, el muy ladino, hiriendo cada milímetro de mis pupilas, logrando que cada centímetro de mi ropa arda, haciéndome caminar con la cabeza gacha, día sí, día también. Maldiciendo, ¡cómo no!, su estampa a cada paso...

...Perlando ligeramente mi frente de minúsculas gotas de sudor. Y acelerando mi pulso. Siempre. Sin embargo, no lo culpo de esta última vez. Día tranquilo, noche apacible, madrugada fresca y virgen de sueño. Quizá la energía acumulada de tantos meses de calor fuera la artífice. O mi carácter. O ambos. No lo sé. Nadie puede saberlo. Despierto aún, sólo las 3 y 23 de la madrugada del domingo pasado cuando mi pulso saltó, se disparó. Como correr la maratón de Roma en agosto. Salvo que sin moverme de la cama...

...Dejé transcurrir las horas, amigo de pensar que el Tiempo lo cura todo. Pero no... No en esta ocasión. Al fin y a la postre, nada que no solucione un día en Observación, tranquilizantes, oxígeno, unos pinchazos y algo que desconocía, amiodarona, creo que lo llaman. Morir un par de veces, aún por unos segundos fue divertido y algo angustioso. ¡Bah!, todo queda en una arritmia y una visita al cardiólogo. Nada del otro jueves. 'Arritmia'... ¡A mí, que tengo un sentido del ritmo poco corriente por excepcional...! Y, no, 'no tengo abuela...'

Apodado el 'Astro Rey'. Quizá sea por eso, por lo de 'ir de estrella' y por lo de 'Rey' por lo que no me cae bien. No comulgo con aquéllos que van de lo primero y, mucho menos aún, con los que llevan corona. ¡Ni con los de Oriente, vamos!

Supongo que, cuando vaya al Infierno, lo tendré claro (a menos que el 'mío' sea de hielo; si así fuera, copa ancha de cristal y un pelín de J&B y Pepsi no vendrían naaaada mal...). Si bien, ahora que me doy cuenta, quizá no debiera haber hecho méritos para que me tocase una lotería como ésa. ¡Pero he comprado tantos billetes a lo largo de mi vida...! Porque así lo he deseado. Hágase, entonces, mi voluntad. Al menos, por una vez. Que ya va siendo hora. Por eso sé que ésta que ha sonado no era la mía.