lunes, 25 de noviembre de 2013

Cronograma de una ucronía distópica.

¿Qué habría sucedido con nuestro presente si Hitler y sus ‘nazis boys’ hubiesen ganado la II Gran Guerra? ¿Y si Franco y sus ultracatoliquísimos fascistoides hubieran perdido la Nuestra? ¿Y si pudiésemos disfrutar, por un momento, de la posibilidad de cambiar uno, un único acontecimiento de nuestra Historia? ¿Cuál elegiríamos? Porque la estupidez humana (y su desmedido egoísmo) es tal que, quizá en vez de cambiar algo importante para el bien futuro de los hombres, optaríamos por, por ejemplo, algo, digamos, ‘más individual’. Del tipo ‘llevo toda mi vida arrepentido de haber hecho tal o cual cosa y, como puedo hacer que cambien los acontecimientos, pues lo hago y punto’. Del tipo ‘hice daño a una ex y ahora quiero cambiarlo’, que es lo que tiene unir el meter la pata a haber gozado de una educación judeo-cristiana: el maldito sentido de culpabilidad. Y, ¡cómo no!, todo arreglado: de nuevo con tu chica y el mal del Mundo sin erradicar. Y tú, al tiempo, obviamente, volviendo a meter la pata. Tanto trabajo para un fin tan miserable…

…Sí, lo sé. Lo sabemos (casi) todos. Ucronías. No sólo tener la posibilidad de reconstruir la Historia aplicando la lógica no es posible sino que, además, el culparnos in eternum de algo NO SIRVE PARA, ABSOLUTAMENTE, NADA DE NADA. Parafraseando (y para quitar hierro al asunto) a Les Luthiers, ‘Lo difícil no es obrar mal y luego arrepentirse. Lo difícil es arrepentirse y, luego, obrar mal’.

Y, desde luego, si estableciéramos un diagrama de tiempos de nuestras meteduras de pata, nos daríamos cuenta de que esto ha ocurrido y ocurre con más frecuencia de lo que creemos. Incluso nos equivocamos por omisión, por no tomar decisiones a tiempo. El cronograma de la Humanidad en cuanto a este asunto sería (es), realmente, terrorífico. Más aún que el anuncio de la Lotería de ‘El Gordo de Navidad’ de este año (sí, ése en el que todos pensáis…).

Hoy, cada vez más convencido de que el maldito Universo en el que deambulamos no es sino producto de una utopía perversa, una diabólica distopía en la que la realidad transcurre en términos contrapuestos a los de una idea lógica de sociedad ideal, más convencido estoy de que los últimos acontecimientos que rodean mi existencia son, a pesar de lo anteriormente expuesto, un acierto. Hasta donde duren. Sin dar opción a tropezar, sin hacer daño a nadie. Sin mirar atrás. Hasta dónde el aire nos lleve. Que por aquí sopla muy fuerte el Levante y de eso sabemos un poco.