martes, 21 de septiembre de 2010

Dorian a través del Espejo.

No recordaba desde cuando había deseado estar en el lugar en el que se encontraba ahora. Quizá desde siempre. Su sueño se cumplió en el momento en el que alguien sugirió:

- 'Y..., ¿por qué no él? Estoy seguro de que cumplirá todas nuestras expectativas’.

A todos los delegados les pareció lo más correcto y, luego de algunas deliberaciones, ¡por fin!, tenían en sus labios el nombre a pronunciar ante los buitres de la prensa. El Presidente del Partido se dirigió al lavabo y, una vez recompuesto el traje, lavado su cara y cepillado sus dientes, se atusó el pelo y se dispuso a abrir la puerta que le conduciría, tras un breve paseo por un pasillo otrora interminable, al salón de actos del Hotel en el que anunciarían a todo el País, a través de los medios de comunicación, el nombre del nuevo Candidato a la Presidencia…


No las tuvo todas consigo. Luchó desde el más absoluto ostracismo para llegar a ninguna parte y, sin embargo, alguien se había acordado de su persona. No tuvo el más mínimo destello que pudiera hacer pensar que no quería aspirar al puesto para el que se le elegía. Aunque eso quedaba aún lejos, una parte de su sueño se había cumplido, un sueño al que no estaba dispuesto a renunciar así como así. Se disfrazó con piel de cordero, si bien tampoco le era necesario, dado su carácter timorato, por no mencionar su imagen. Mintió siguiendo las directrices de todo Comité Electoral y las suyas propias. ‘Debo ser elegido Presidente, es mi destino’, se decía cada vez que, en casa, se miraba al espejo de su cuarto de baño. ‘Siempre he soñado con ser el máximo mandatario del País’, se repetía una y otra vez.


…Y, efectivamente, acabada la noche de los cuchillos largos y, desde el balcón de la Sede, no daba crédito a lo que veían sus ojos, a lo que oía: miles de ciudadanos agitaban banderas a la par que coreaban su nombre. ¡Presidente! ¡Presidente!, retumbaba en su cerebro una y otra vez.

Tan seguro de sí mismo se sintió en ese momento que pensó que estaba en lo más alto; por un momento recordó una vieja película de un tal Cagney que acababa con la frase ‘¡Estoy en la cima del Mundo mamá…!’ Sí, como 'Cody' Jarrett en White Heat, estaba en la cima del Mundo, de Su Mundo…


Día tras día, en cuanto se levantaba, se miraba en el espejo y se decía cuán importante era ahora. Noche tras noche, antes de acostarse, pasaba una vez más por su baño y, al verse reflejado en su espejo se jactaba, incluso, de todo lo que había logrado, de todos sus éxitos.


Una de esas noches, acabado de regresar de una importante conferencia en un país vecino, volvió a mirarse a su espejo y le pareció ver que algo raro había en su rostro, algo distinto. ‘Tengo mal aspecto, se dijo. Debo estar cansado. En cuanto duerma lo suficiente, me levantaré con mejor cara’. Pero no era cansancio. Ya era tarde. Tarde para todo. Tarde para él.


En menos de un año, había ordenado cubrir todos los espejos del Palacio Presidencial, de la Sede, de su Residencia…, salvo el de su baño privado. ‘Me hago mayor y el poder agota. Y no quiero verme así’, solía decir a los que le rodeaban, incluidos los suyos, aunque nadie parecía apercibirse de ello. Todo lo contrario, cada vez tenía mejor aspecto. Los carroñeros del Cuarto Poder solían escribir que, cuánto peor lo hacía, mejor aspecto tenía, aunque él sabía que eso no era cierto.


Una mañana, su esposa, alarmada por la falta de respuesta de su marido, del Presidente, el cuál llevaba demasiado tiempo encerrado en su baño privado y, ante la imposibilidad de derribar la puerta, llamó al servicio de seguridad, temiéndose lo peor. El jefe, un hombre muy corpulento, golpeó la puerta repetidas veces… Los golpes no obtuvieron contestación. Y todo siguió en silencio cuando llamaron a su protegido de viva voz. Finalmente, después de tratar en vano de forzar la puerta, salieron al tejado y descendieron hasta el ventanal. Una vez allí entraron sin dificultad: los pestillos eran muy antiguos.


En el interior encontraron, colgado de la pared y donde una vez hubo un espejo, un espléndido retrato del Presidente tal como lo habían visto por última vez, en todo el esplendor de su madurez. En el suelo, semidesnudo, hallaron el cadáver de un hombre mayor, muy consumido, lleno de arrugas y con un rostro repugnante. Sólo lo reconocieron cuando examinaron las sortijas que llevaba en los dedos.