lunes, 17 de febrero de 2014

Destino.

Un día cualquiera, sin tipo alguno de pretensión. Nublado. De otoño. Como cualquier otro sábado. Como otro sábado más. Me levanto, voy al baño y saludo con desgana a ese tipo al otro lado del espejo al que, las más de las veces, ni reconozco. Desayuno. Repaso las últimas noticias. Hago cuatro cosas en casa, no más de lo necesario. Afeitado, lavado de cabello, ducha. Me arreglo. Salgo a la calle. Sin más. La misma rutina. Como siempre.

Medito mientras paseo, costumbre peripatética, aristotélicamente mía. Prensa. Las dos de la tarde. Cervezas y comer algo (otro mal hábito, ¡qué le voy a hacer…!), charla intrascendental ‘medio mediante’. Un par de copas. Las seis. A casa.

¡Odio los sábados por la noche…! Mis amigos insisten en eso de que ‘nunca salgo un sábado; ni a ver el fútbol’ y que ‘cómo hoy no salga a ver el partido, que es temprano, aparecerán por casa y echarán mi puerta abajo’… Insistencia feroz. Son muy capaces. Prometo volver y me largo.

Siesta. Tarde para el partido. Aseo despabilante. Volver a vestirme. Salir pitando. Llegar, saludar, pedir una cerveza, dejarla sobre una mesita. Disponerme a sentarme y ver al Madrid.

Aparecer ella, pequeña y hermosa, con su gente. Cruzar nuestras miradas. Sonrisa radiante. Mirada de Sol de Verano al medio día. Saludar con un sincero ‘¡Hola, preciosa!’, dos besos de rigor. Preguntarme ‘¿Tú sin pañuelo al cuello?’. No darme tiempo ni a aclarar que he salido corriendo por ver el maldito partido. Quitarse un pañuelo gris perla de su cuello suave y anudarlo al mío, ‘para que cuides tu garganta’. No soltarlo. Tirar del pañuelo hacia abajo. Decirme al oído ‘¡Hum, que bien hueles! Te comería enterito ahora mismo. Te haría perrerías. Vamos a tu casa…’. Cogerla de la mano. Marcharnos. Juntos. Silencio durante el camino.

Sorpresa. Afirmando la inescrutabilidad del destino. Deseada. Desde la vez primera en que la vi. De futuro improbable. Marcando el comienzo de una época. De otra. ¿Con punto y…?

Nada más que contar. Vidas privadas.

Transcurre el Tiempo. No importa cuánto. Nueva herida en mi corazón. No pasa nada. Nunca el Olvido.

Vuelta a lo mismo.

Un día cualquiera, sin tipo alguno de pretensión. Nublado. De otoño. Como cualquier otro sábado. Como otro sábado más. Me levanto. La echo de menos. Como cualquier día. Como otro día más...


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