jueves, 11 de noviembre de 2010

Debbie Harry.

Aunque normalmente no lo hago, buscando entre docenas de fotos, he encontrado esta de Debbie Harry. Aparte de que me gustara - y me sigue gustando - el trabajo de 'Blondie', así como su último gran, digamos, éxito, 'María', esta imagen pone de manifiesto no sólo el enorme sex appeal de Debbie, sino el que todo está ya inventado. Para comérsela...

martes, 9 de noviembre de 2010

Ojos.

¡El túnel! Y al final la luz. ¡Por fin…! ¿Por fin? Pero…, ¿qué diablos hago yo aquí…?


Miro mis manos. Brillan. Parecen traslúcidas. Veo mis pies descalzos y lo que parece el final de una túnica blanca. Y ese resplandor.., no sé, me recuerda aquello de ‘¡Caroline, ve hacia la luz!’… ¡Un momento…! Ya caigo…, debo estar soñando porque, de cadáver, ¡nada! Aún no ha llegado mi hora, lo sé. O sea, que si soy consciente de que sueño, igual puedo controlarlo, como ya me ocurriera otras veces aunque, la verdad, no es un tema que me apetezca, así que voy a intentar cambiarle el aire a esto y si no, ¡que remedio!, despertarme.

¡Hum! Bonitos ojos. No es precisamente lo que había pedido, pero sí que son bonitos. Inmensos y hermosos. Siempre me fascinaron los ojos. Nunca he despreciado una boca jugosa y fresca, un pelo capaz de reflejar mil soles, un cuerpo de fábula…, pero unos ojos... Dicen mucho de uno. Y de todas, por supuesto, que es lo que interesa. Descifrar lo que una mujer piensa a través de su mirada, uno de los grandes misterios de la Humanidad. El ‘A Penny for Your Thoughts’ de Casablanca pero sin pagar por ello. Ni el mísero penique. ¿El color? Bueno, qué más da. Me encanta que me regalen unos ojos verdes, aunque ça depend, mon ami… Sobre todo del envoltorio… ¡En fin! Que no sé que hacen aquí, pero me gusta mirarlos. Y sentirme observado por ellos.


Ya puestos, y ya que estoy aquí, creo que voy a continuar, a ver si consigo ver qué hay al otro lado… Bueno, un nuevo par de ojos han vuelto a cruzarse en mi camino. Y esta vez, azules. También me apasionan. Envueltos en una melena rubia o faros celestiales de un rostro marmóreo enmarcado en negros cabellos.


…Y van tres. Son multitud, dicen por ahí. Ahora tocan negros. Bueno, lo dicho, aunque me parece que esto se me está yendo de las manos…, o del inconsciente, más bien. ¿Qué ocurre aquí? Voy a intentar redirigir mi sueño hacia otra parte… Al menos, darme la vuelta y ‘ver qué veo’… Pues está el asunto denso… Más ojos. Y la verdad es que no he cenado nada que me pueda hacer 'disfrutar' de una pesadilla debida a una indigestión. Pero ahí están, sin pestañear, mirándome impasibles. Me resultan familiares, no sé...


No consigo concentrarme. Y lo cierto es que lo intento, pero nada. Sin embargo, no me siento incómodo. Por el contrario, hay algo de bueno en todo ello. Me hacen apreciar que, a pesar de no haber nadie más aquí, no me siento solo. Y me miran a mí. Pero no, no me inquietan. No me interrogan como una esposa celosa, como una hija añorante de su regalo, como una madre desconfiada. Desprenden calor, ternura... Incluso llegan a excitarme. Lo único que faltaba es que, lo que parecía la típica historia que 'todos los que regresan de la muerte' cuentan, a saber, el túnel, la luz..., se convierta en un sueño erótico. Bueno, al menos esto sí que se asemejaría más a mi  forma de sentir las cosas. Y estos, entre verdes y color miel, tan cercanos, tan hermosos, tan sensuales...
Estos sí que me parecen irreales, más no por ello menos sublimes... Estoy decidido, tengo que despertarme. Esto escapa a mi control. Siempre que pretendo despertar de un sueño controlado me cuesta mucho trabajo hacerlo. Parece que tenga los párpados cosidos... ¡Un momento! ¿Qué es eso? Estaba tan absorto en todos estos ojos tan divinos, en sus miradas, en mis miradas, que no me había percatado de que me había dado la vuelta y unos ojos, esta vez los míos, apuntaban hacia el otro lado. ¡Menos mal! No, no veo una mesa de quirófano, enfermeras recogiendo material clínico, un cirujano certificando la hora de mi muerte... No. Tan sólo una cama la mía y, aunque quieto como un muerto, sé que no lo estoy, jamás me muevo mientras duermo. Sé que estoy vivo, veo cómo mi pecho se hunde, cómo las aletas de mi nariz se agitan excitadas, perlas de sudor sobre mi frente.
 
¡Wow! Me desperté, no sé si decir ¡por fin¡, pero lo hice. Como siempre... Creo que me he pasado con el vino durante la cena. Y con el sexo a los postres... Como siempre... Y veo que Patricia se ha marchado. Mujer de sueño ligero y piernas interminables... Espero que no se haya tomado en serio mi comentario acerca de que, aún, no estoy preparado para que vivamos juntos... Tengo sed. Durante un instante pensé que, efectivamente, esto se había convertido en un sueño erótico. Y me gustaba la idea. Lo que no me gustaba tanto era despertarme y tener que acudir a toda velocidad al baño para asearme... Tengo sed... Bueno, vamos allá...
 
No sé si me sorprendió menos el escueto Adiós impreso con su carísimo lápiz de labios sobre el espejo o comprobar cuando volvía a la cama que la rosa, roja como sus labios, que antes de dormirnos habíamos dejado sobre el velador, había cambiado de color.