viernes, 24 de enero de 2014

Nada es real.

A veces, en la soledad, en el silencio que acompaña esos instantes de duermevela, poco antes de conciliar el sueño, sobre ese escenario intermedio entre la vida y la negrura infinita, me planteo qué es real y qué no lo es. Y en más de una ocasión me produce desvelo que, con lo poco que suelo dormir, lo que me faltaba…

Cuando observo lo que me rodea, no me queda otro remedio que entristecerme. Con lo que parecía prometer la Humanidad (en general) con respecto a lo que todos entendíamos por ‘Futuro’, y mirad en lo que nos hemos convertido.

Me veo gobernado por corruptos que ni tan siquiera poseyeron jamás un atisbo de decencia, de compromiso con la Sociedad que les colocó en ese lugar privilegiado, merced al derecho de un ejercicio democrático en el que, cada día que pasa, confío menos.

Me siento vigilado, observado por unas fuerzas del orden público que, en vez de estar preocupadas por preservar el bien común y mantener el orden, se colocan al servicio de los anteriormente mencionados, sin cuestionarse porqué.

Acorralado de banqueros que tan sólo pretenden aprovechar en su propio beneficio el escaso que me queda después de mi jornada de trabajo.

Amenazado por empresarios de tres al cuarto, enriquecidos a costa del sudor de los que hacen posible que vivan como lo hacen, cada uno en su Olimpo particular.

Desprotegido por unos sindicalistas, politizados, convenidos con la teta empresarial, también dispuestos, si se tercia, a corruptelas.

Rodeado de mayores que piensan con tan sumo cuidado a la hora de emitir su voto, ‘no vaya a ser que se desencadene otra Guerra Civil’, que acaban votando a la derecha (¡sic!).

Sitiado por coetáneos que no tienen la más mínima idea de lo que está sucediendo, o les importa un bledo, o emiten su voto a favor de los anteriores.

Apenado por esos jóvenes a los que la toma de decisiones se limita a qué consola quiero este año. Gentes de sofá…


¿Qué diablos me queda, entonces? ¿De cuál de esos colectivos debo formar parte para no quedar aislado de la sociedad, tal y como hoy está concebida? ¿Me limito a alienarme como todos ellos, cada uno en su casillero? ¿Levantarme asqueado de todo y de todos? ¿Vestir de gris?

A veces, en la soledad, en el silencio que acompaña esos instantes de duermevela, poco antes de conciliar el sueño, sobre ese escenario intermedio entre la vida y la negrura infinita, me planteo seriamente dejar este maldito Mundo. O largarme a la montaña y retirarme de todo. O encontrar a los pocos que son como yo y formar nuestra ‘Icaria’. O armarme de un fusil, que de valor ya lo estoy. Y que pase lo que tenga que pasar…


No hay comentarios: