miércoles, 22 de enero de 2014

¡Abre los Ojos!

Abrir los ojos. No como gesto automático de mis párpados, estoy programado para ello. No como acabado de despertar, no me supone esfuerzo alguno. No como después de haberlos cerrado ante un más que posible sobresalto, viendo una cinta de terror, con mis manos sobre ellos, los dedos entreabiertos; hace mucho que nada me asusta. No como después de emerger de una zambullida en mis aguas favoritas. No…

Abrir los ojos como ejercicio extrospectivo. Como objetivo primordial. Inmediato. Estar pendiente del Mundo que me rodea. No dejar que la realidad pase ante mí sin que, asediado por eternas nubes de tormenta, tenga la más mínima oportunidad de valorar qué me aporta lo nuevo, en qué me beneficia o no. Abrir los ojos como bocanada de aire fresco en primavera. Y respirar por ellos.

Llevo (llevamos todos), quizá, demasiado tiempo volcado en mí mismo, más, ¡quizá!, pendiente de lo que me haya podido suceder en el pasado y sus consecuencias, dando vueltas y más vueltas a lo que ‘podría haber sido si…’, o bien devanándome los sesos imaginando ‘qué me habría deparado el futuro si…’,  que de lo que realmente importa: Vivir el Presente.


Pero cómo dejar a un lado lo que me inquieta. Cómo hacer que aquello en lo que no puedo evitar dejar de pensar un segundo sí y el siguiente también, desaparezca. Cómo lograr dormir en paz sin que nada perturbe mi sueño. Cómo recuperar el apetito. Cómo abandonar la abulia. Y cómo lograr que la salud no se resienta con todo…

No parece una tarea simple. Aunque he hallado un método…

Estoy construyendo un (mi) Muro de las (mis) Lamentaciones, un ‘Kotel’ privado, en el único lugar en el que no tengo que pedir permiso ni pagar a nadie por hacerlo, en una zona apartada, en el jardín del Palacio de mi Memoria. Cada vez que necesite encerrarme dentro de mí porque un problema, sea cuál sea, llega a abrumarme, cerraré los ojos, me colocaré ante Él, escribiré en una nota imaginaria qué es lo que me inquieta y, allí, la dejaré prendida, quieta, muda. Sin prisa alguna, meditaré, ante ella, la solución. Y ésta vendrá a mí como me ocurriera, antes, con todo: Autoconfianza, Planteamiento, Análisis. Y Tiempo… La nota (y el problema) desaparecerán, pasarán a formar parte de mi experiencia. Y vuelta al Presente…

Pues sí. No parece una tarea simple. Pero supone un bonito reto. Siempre y cuando el corazón no se coloque sobre mi hombro, disfrazado de diablillo perverso, intentando jugarme una mala (o buena) pasada.

De todos modos, me llevo bien con el Diablo. Mejor que con su ‘Hermano’. Y tampoco me importaría que se colocara sobre mi hombro. Mejor el izquierdo. Ni que se disfrazara de corazón. No andan lejos el uno del otro...


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