Un agujero negro. Minúsculo.
Infinitesimal. Controlado por mí. Inmune a su poder. Abrirlo y cerrarlo a mi
capricho…
Hace algún tiempo, pasando por una
de esas etapas en las que el corazón puede más que la razón y la resaca más que
la vida misma, conocí a una estrella. Todo iba bien en nuestra amistad hasta
que comenzaron los cambios. Un buen día, anocheció convertida en ‘enana blanca’. Ya le había advertido
que esto ocurriría y que, más tarde o más temprano, todo cambia, evoluciona.
Ella pareció entenderlo, aunque no quedó muy conforme…
…Sin embargo, no estaba preparada
para nuevos cambios, no para lo que sobrevino. Casi sin darnos cuenta, una
noche comenzó a subirle la temperatura. Yo le decía que era algo más, aunque,
en esos momentos, no podía oírme. Tras una noche de fiebre supernova, la cosa derivó
en lo que me temía: acabó mutando en estrella de neutrones. Tras un largo
proceso cargado de incidencias, mi amiga, no pudiendo evitar que la luz que
emana de su superficie perdiera toda su energía, se convirtió en ‘mi amigo’. No
podía escapar de su destino. Acabó siendo un agujero negro.
La situación era compleja. Ella..,
él no quería que me viera perjudicado por su nuevo estado. Cualquier objeto que
se le aproximara, quedaría atrapado y no podría volver a salir… ¿Caer por un
agujero infinitamente hondo? ¿No cesar nunca de caer? Ni siquiera la luz puede
escapar. La historia de mi vida en un suspiro universal…
Si hubiese ocurrido realmente. Si todo fuese cierto. Poder reducir su tamaño, hacerlo
invisible a ojos de los demás. Y, con su inmensa voracidad, cuál Saturno, permitirle
devorar a los hijos de la maldad, la iniquidad, el dolor, la tristeza…, El Desamor.
Los males del Mundo…
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