1 de julio de 1992. Una fecha que, para quien no tenga alma, no significa nada… Ni para el que la tenga…, si existe… Y menos para mí, que nunca la tuve. Una cualquiera, vamos, – referencia, obviamente, a la fecha… –. Y, sin embargo, algo me pasa y me pesa… Y…, no, no es mi alma, ‘que ésa ni pesa ni pasa’.
‘¡…Diablos’…, se la vendí…! De lo que no me acuerdo es de a quién…¡ Ni del porqué… Ni de nada… No sé, ni tan siquiera sé qué le vendí… ¡Bah!, seguramente porque alguna preciosidad me facilitó la transi-transac-ción de la noche al día… (¡Ése maldito Yukio y sus sentencias acerca de la belleza…!).
Pero no quiero irme, – bueno, SÍ… (vale…, ¡qué más quisiera que volver a mi cama!..., aun sólo…, se trata de dormir –), sin ser consciente de qué día será – ya lo es – hoy.
2 de julio de 2010. ¡Que dieciocho años nos son nada!
¡Felicidades por, y sobre todo, alegrarme la vida, GENIO!
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