…Pero como suele suceder con estas cosas —con todas las cosas—, el paso del tiempo coloca a cada una en su justo lugar. Ya han sido muchos los años transcurridos desde que alguien se apercibiera del ‘No para de llover; y sólo en esta calle’. Todos se fueron marchando—todos los oportunistas, todos los jugadores de ventaja—…, excepto los vecinos que, mal que les pesara, se acostumbraron a vivir en esta situación. Poco a poco, todo el mundo se habituó a su peculiaridad, y, —poco a poco— sus habitantes se fueron adaptando a vivir en una calle como otra cualquiera, con sus positivos y sus negativos; una calle que gozaba de una singularidad significativa: una calle en la que nunca cesaba de llover.
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