Los meteorólogos fueron los primeros en desaparecer. ‘Jamás hemos visto nada semejante’ —decían—. ‘Parece que se ha creado un microclima de continuidad inusual y de duración indeterminada, si bien no somos capaces de concretar cuál ha sido la causa de su origen. Todo apunta a que esta calle se encuentra sumergida en un pantano barométrico, por lo que no somos realmente capaces de aseverar cuándo acabará esta situación’. Lo que la gente no vio es que, humillados y cabizbajos, volvieron a casa y olvidaron pronto el asunto: la Ciencia había sido derrotada.
Naturalmente, agazapada en las sombras —aguardando impaciente el fracaso científico— se encontraba la Iglesia... Pero pasó el tiempo y, a pesar de las múltiples novenas a los más afamados ‘Cristos’ —infalibles donde los hubiera— y los tríduos a las ‘vírgenes’ más populares del momento —suelen ser siempre las mismas—, el éxito brilló por su ausencia; sin embargo, apoyados en la ‘in eternum’ habilidad de la Obra para disfrazar cualquier cosa que tenga —o no— la más mínima intención de ir contra-su-corriente, achacaron a una intervención divina todo esto de las aguas perpetuas —El Maná de la Nueva Era, lo llamaron— añadiendo todo eso de ‘¡Oh, vecinos afortunados!: ¿Y aún os preguntáis por qué llueve sin cesar y sólo en esta calle? Sabed que está cercano el Día, y que sólo aquel espíritu puro, sólo el limpio de corazón alcanzará la Gloria Eterna. Alimentad vuestro espíritu con este Don que estáis recibiendo. Si Dios ha querido bendeciros con Éstas sus Lágrimas, aceptadlas y dadle gracias. Lavad vuestros pecados y no os preguntéis el porqué, sólo alabadle y, en su momento, seréis recompensados con la Salvación de vuestras almas pecadoras’… En fin: establecieron el Día de Las Lágrimas Eternas —con el fin de festejar y, de paso, recolectar fondos para las Hijas de las Lágrimas Eternas— y desaparecieron, sin más, hasta el año próximo.
Profetas de todos los tipos amenazaban desde las aceras a los viandantes que osaban no detenerse: ‘El fin del mundo esta cerca. Arrepiéntete y reza, porque tu alma está condenada’ —decían.
Ecologistas de todos los signos paseaban sus pancartas calle arriba-calle abajo con consignas tales como ‘Llora la Tierra, éstas son sus lágrimas. Salvemos el Mundo’ y otras sandeces semejantes.
‘Vosotros, fascistas, sois los terroristas’, (¡¿?!) exhibían algunos extremistas en pancartas caseras, manejados en las sombras por no se sabe qué organizaciones —ni qué demonios tenía que ver aquello con lo de la lluvia…
Y no faltó el político de la oposición que acusó al partido en el poder de todo aquello, como no faltó el gobernante que acusó a la oposición de lo mismo…
Naturalmente, agazapada en las sombras —aguardando impaciente el fracaso científico— se encontraba la Iglesia... Pero pasó el tiempo y, a pesar de las múltiples novenas a los más afamados ‘Cristos’ —infalibles donde los hubiera— y los tríduos a las ‘vírgenes’ más populares del momento —suelen ser siempre las mismas—, el éxito brilló por su ausencia; sin embargo, apoyados en la ‘in eternum’ habilidad de la Obra para disfrazar cualquier cosa que tenga —o no— la más mínima intención de ir contra-su-corriente, achacaron a una intervención divina todo esto de las aguas perpetuas —El Maná de la Nueva Era, lo llamaron— añadiendo todo eso de ‘¡Oh, vecinos afortunados!: ¿Y aún os preguntáis por qué llueve sin cesar y sólo en esta calle? Sabed que está cercano el Día, y que sólo aquel espíritu puro, sólo el limpio de corazón alcanzará la Gloria Eterna. Alimentad vuestro espíritu con este Don que estáis recibiendo. Si Dios ha querido bendeciros con Éstas sus Lágrimas, aceptadlas y dadle gracias. Lavad vuestros pecados y no os preguntéis el porqué, sólo alabadle y, en su momento, seréis recompensados con la Salvación de vuestras almas pecadoras’… En fin: establecieron el Día de Las Lágrimas Eternas —con el fin de festejar y, de paso, recolectar fondos para las Hijas de las Lágrimas Eternas— y desaparecieron, sin más, hasta el año próximo.
Profetas de todos los tipos amenazaban desde las aceras a los viandantes que osaban no detenerse: ‘El fin del mundo esta cerca. Arrepiéntete y reza, porque tu alma está condenada’ —decían.
Ecologistas de todos los signos paseaban sus pancartas calle arriba-calle abajo con consignas tales como ‘Llora la Tierra, éstas son sus lágrimas. Salvemos el Mundo’ y otras sandeces semejantes.
‘Vosotros, fascistas, sois los terroristas’, (¡¿?!) exhibían algunos extremistas en pancartas caseras, manejados en las sombras por no se sabe qué organizaciones —ni qué demonios tenía que ver aquello con lo de la lluvia…
Y no faltó el político de la oposición que acusó al partido en el poder de todo aquello, como no faltó el gobernante que acusó a la oposición de lo mismo…
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